Crónica

Y así es como volar en Colombia se volvió una tortura para los pasajeros

Así lucían las azafatas de Avianca hace apenas tres años.
Parecería mucho tiempo, pero hasta hace muy poco los aviones se volvieron un medio de transporte incómodo para los pasajeros colombianos. El caso de Viva Air es apenas la gota que está rebozando la copa de la paciencia de la gente.

Sucedió que hasta hace poco lucían espléndidas, hermosas, inalcanzables, contorneando sus figuras y rostros de princesas por los pasillos: “señor, en qué le puedo ayudar” y aquella sonrisa franca y generosa, labios rojos y finos, vestimentas de reinas y te trataban como un príncipe: aquí está el botón para reclinarse, si desea alguna bebida, con mucho gusto, estamos para servirle.

Y tú te ponías cómodo, hasta te quedabas viendo las indicaciones rutinarias de seguridad que con voces melodiosas te decían qué hacer en casos de emergencia. Te relajabas, esperabas que despegara el vuelo y una vez en la altura de crucero, te reclinabas, cerrabas los ojos y te entregabas plácidamente a los placeres de las aves.

En aquellas poltronas de clase turista te podías quedar dormido, en un vuelo de media hora. O bien conectabas tus audífonos, jugabas con la pantallita que estaba en frente tuyo, veías una película, las noticias o de manera viciosa monitoreabas el rumbo que seguía tu vuelo, sintiéndote un águila desplegando sus alas por sobre mares y cordilleras.

Tienes apenas tres años de nacido y te estoy hablando de un pasado remoto, refundido en los anales de los recuerdos más difusos de quienes fuimos también la última generación que viajó en aviones dignos, donde en clase ejecutiva volaban ministros, senadores y empresarios, pero los que íbamos en las sillas de atrás, podíamos estirar las piernas y llevar maletas de cualquier tamaño en la cabina y si eran un poco más grande, pues las pasabas por bodega y ya está.

Así eran las sillas de Avianca en clase turista antes de la pandemia.

No lo entenderías. Así eran los aviones cuando tú naciste. Tienes una edad muy corta, pero así como ha pasado raudo ese tiempo desde que llegaste a este mundo, también así mismo de rápido se ha ido con los aviones del ayer, naves del aire majestuosas, en las que el mayor placer era simplemente viajar.

Lea también  De la pandemia he aprendido…

Mira esta foto. Así se vestían las azafatas (auxiliares de vuelo tanto mujres como hombres) de la época. Esos mismas que ahora ves en el momento del embarque y tras decir en tono lacónico que a la mano tienes un menú en el bolsillo de la silla delantera y que si algo se te ofrece aprietes un botón, desaparecen para nunca más tranquilizar a las almas turbadas, trayendo jugo, café y agua en sus recorridos con los carritos.

Debo tener por ahí alguna foto para mostrarte que te estoy hablando en serio. Una vez en un vuelo entre Bogotá y Bucaramanga (35 minutos), me quedé fundido. Es que era muy cómoda la clase turista y ni cuenta me di de que el avión aterrizaba en una pista cuyo final era una especie de abismo.

Viva Air, Avianca y el ‘low cost’

¿Ves lo que ahora llaman ‘low cost’? Son aerolíneas que antes eran utilizadas por quienes tenían poco presupuesto y por tiquetes muy baratos conseguían estas sillas apretujadas en las que no te caben las piernas, no te dan ni agua, el espaldar no se reclina, la espalda te llaga molida porque vas sentado casi en una tabla, no hay dios ni ley, la gente se perratea la obligación de apagar los celulares y encima hay que seguir usando tapabocas, cuando en las salas de espera y en las filas del aeropuerto, todos estamos aglomerados sin nada que nos cubra nariz y boca.

A todas estas, seguro te preguntarás ¿qué paso? Yo puedo decirte dos palabras: la pandemia. Pasó la pandemia. Así de sencillo. Luego del letal paso del virus, muchas cosas que habían cambiado, retornaron a la normalidad, pero otras no. Entre ellas la forma de viajar en vuelos domésticos, al menos en Colombia donde, como lo aprenderás algún día, hay una empresa dominante que tiene la mayor cantidad de frecuencias entre ciudades y que encima ahora quiere acentuar su posición, fusionándose con la mayor ‘low cost’ del país. Sí, sí, te hablo de Avianca y de Viva Air, que en estos días decidió suspender sus operaciones, dejar sus aviones en tierra y armar el mayor despelote de que tenga noticia en la aviación reciente, solo comparable con los tiempos en que empezó la pandemia o cuando los pilotos hicieron huelga.

Lea también  El piloto de la pandemia
Según Avianca esta es la disposición de su nueva silletería.

El negocio de la aviación en una época era muy rentable. El combustible, que representa cerca el 30% de los costos de operación de los aviones, estaba barato, el dólar con el que las aerolíneas tienen que pagar casi todos sus insumos, renovar flotas o pagar alquileres de aviones, también costaba poco y todo aquello que te he contado, eran lujos que nos podíamos dar.

Pero llegó la pandemia y todo cambió por siempre y para siempre. Durante mucho tiempo la industria de la aviación sufrió el impacto de la cancelación masiva de vuelos porque nadie quería viajar por temor al Covid 19, los turbios años del 2020 y 2021, resultaron nefastos en las contabilidades de estas empresas.

Un día todo se jodió en los aviones

Avianca quebró, fue vendida a nuevos inversionistas que, cuando las cosas fueron retornando a la normalidad, decidieron bajar los costos de la operación al mínimo y entonces en aviones donde cabían 120 pasajeros, ahora tenían que embutir a 180 o más, de ser posible.

No hay lujo que se aguante y viajar dejó de ser un placer digno de las águilas silvestres, para convertirse en una tortuosa necesidad que muchas veces no se puede evadir.

Ya todos los aviones tienen las características de aerolíneas de bajo costo, pero con tiquetes a precios de siempre y ahora mucho más costosos, dependiendo de los algoritmos que las propias aerolíneas emplean para gestionar la oferta y demanda que es lo único que regula las tarifas.

No sé si algún día podrás jugar con las pantallitas que estaban en la parte trasera de la silla de enfrente. A mí me tocó, como también me tocó ser atendido a cuerpo de emperador.

Lea también  Los funerales del periodismo

Es posible que toda esa gente que está aglomerada por estos días en los diferentes aeropuertos del país, perjudicada por las malas decisiones de gobiernos y aerolíneas, experimente la sensación frustrante de que todo tiempo pasado fue mejor. Ni forma de decirles nada. Están en todo su derecho a reclamar o cómo quieren que lleguemos a San Andrés. ¿Por tierra?

Son las cosas de esta vida incomprensible. Tú serás parte de esta generación que no conoció las sillas reclinables y apoltronadas y mucho menos entenderán dónde es que estaban esas pantallitas de las que tanto te he hablado. No tienes por qué creerme. Si sigues viendo esta decadencia de la aviación colombiana, jamás me lo vas a creer. Yo solo digo: y pensar que parece que fue ayer todo aquello. Somos de los que subimos como águilas y ahora estamos cayendo como cocos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

compártelo

Share on facebook
Share on twitter
Share on whatsapp
Share on email
Share on linkedin