En Barranquilla, la reciente puesta en marcha de la Ruta Rosa marca un hito en la historia del transporte público del Caribe colombiano. Esta iniciativa, presentada durante el Congreso Naturgas 2025, reúne a 30 mujeres del Atlántico que se están formando como conductoras profesionales, gracias a un programa liderado por Promigas, su Fundación y Gases del Caribe, con el apoyo de Alianza Sodis.
El proyecto no solo busca cerrar brechas de acceso laboral, sino también promover la independencia económica de sus participantes y avanzar hacia una movilidad más limpia, ya que los vehículos operan con gas natural vehicular.
El testimonio de Gladys León, una de las conductoras, resume el espíritu de la Ruta Rosa: “Para mí, la Ruta Rosa es una puerta que se abrió cuando muchas estaban cerradas. Estoy orgullosa de estar aquí, no solo por mí, sino por todas las mujeres que ahora pueden ver que sí se puede”. La presencia de mujeres al volante en el transporte público sigue siendo una novedad en muchas regiones del país, pero el panorama está cambiando.
Fuerza femenina al volante
En Colombia, más de 6.000 mujeres hacen parte de la fuerza laboral del sector transporte, desempeñando labores operativas, administrativas y de apoyo en terminales, aeropuertos y empresas de transporte. Sin embargo, la participación femenina en la conducción de buses ha sido históricamente baja, debido a estereotipos de género y barreras estructurales que han limitado su acceso a estos empleos.
Bogotá se ha convertido en un referente nacional, con más de 3.000 mujeres conduciendo buses y taxis. Iniciativas como La Rolita, el primer operador de transporte público de la capital con una flota 100% eléctrica, han apostado por la equidad de género: el 60% de sus conductoras son mujeres, muchas de ellas cabeza de hogar, y han transportado a millones de pasajeros en rutas que antes no contaban con cobertura suficiente.
El avance de las mujeres en este sector no ha estado exento de desafíos. Muchas han tenido que enfrentar prejuicios sobre sus capacidades al volante y situaciones de discriminación por parte de usuarios y colegas. La Agencia Nacional de Seguridad Vial ha señalado que persisten percepciones erróneas sobre las habilidades de conducción de las mujeres, lo que se traduce en actitudes de rechazo y falta de respeto. Además, las conductoras suelen enfrentar riesgos adicionales, como acoso, inseguridad en las rutas y carencia de instalaciones adecuadas para su descanso.
A pesar de estos obstáculos, la presencia femenina en el transporte público crece y se consolida como un motor de transformación social. Programas de formación, recategorización de licencias y acompañamiento psicosocial han sido clave para que más mujeres accedan a estos empleos y permanezcan en ellos. El caso de la Ruta Rosa en Barranquilla se suma a una tendencia nacional que busca no solo la equidad de género, sino también la modernización y sostenibilidad del transporte público en Colombia.
La Ruta Rosa representa una apuesta por la inclusión, la movilidad sostenible y la dignificación del trabajo femenino en un sector tradicionalmente masculino. Su impacto va más allá de las calles de Barranquilla: es un mensaje de esperanza y oportunidad para miles de mujeres que ven en el volante una nueva ruta hacia la autonomía y el reconocimiento profesional.