Por Ronald Rangel Ramírez
No importa cuándo esté viendo esto, le informamos que la cuarentena la han extendido por 15 días más. Es un meme. Pero carajo, sí que está basado en una realidad inapelable que se hace más elocuente en una ciudad como Barranquilla, donde no terminábamos de sacudirnos la maicena del Carnaval cuando amanecimos recluidos, cual delincuentes, en nuestras propias viviendas, que pasaron de ser ese lugar remoto al que llegábamos a dormir por las noches, a convertirse en nuestro espacio reducido y cotidiano, en el que a estas alturas ya no sabemos ni para dónde coger.
Las alocuciones presidenciales que en principio eran un evento que divertía a la familia por las tardes como en los tiempos del apagón de Gaviria, ya no entretienen a nadie. ‘Ya me enteraré’, se dice cada día uno con mayor desinterés mientras busca afanoso en el catálogo de Netflix la película más vieja para verla por cuarta ocasión.
En principio todo aquello del aislamiento nos llegó a perecer hasta divertido. Las reuniones virtuales, las tortas de cumpleaños apagadas por Zoom, las teleclases, el teletrabajo, le exótica novedad de andar con tapabocas por la vida, las filas en las Olímpicas y en los bancos y en las droguerías, andar trinando como niños chiquitos por cuanto acontecimiento nuevo se conocía.
Sentirnos cómodos en la casa sin pensar en más nada. Pedir domicilio, reunirse para un juego de mesa, ver pasar los días grabándonos en situaciones domésticas y haciéndonos sitickers de Whatsapp los unos a los otros. Todo era fiesta.
Por aquellos días de finales de marzo y principios de abril, la aventura máxima era preparar una receta de cocina en la casa y hasta alzar el volumen de la música para tomarnos una cerveza helada antes de regresar a la cama en busca del celular para reenviar cadenas de memes y videos chistosos de la sopa de murciélago por la que todos estábamos en esto.
Igual somos 45 millones de habitantes y eso le está dando es a unos cuantos que han viajado al exterior, nos decíamos. Yo, como lo más lejos que ido en estos días ha sido al mar rosado de Galerazamba ni pa qué me mosqueo.
Esto pasará pronto y todo será como siempre. Ya ni se acordaba uno de la gripe H1N1 y aun cuando se hablaba del Sars y del Mers y se supo que el virus que estaba causando muertes a tutiplén en China y Europa se llamaba coronavirus, el perrateo y la mamadera de gallo, hacían más llevaderas las horas de confinamiento y nos alegrábamos de que Win Plus resultara ser un fiasco ante los eventos inesperados.
Cómo ha cambiado la vida desde entonces. Hace pocas horas Duque anunció en su ya aburridor programa vespertino que la cuarentena al menos va hasta finales de julio.
Y es que ya estamos resignados a la nueva realidad apretujada. A que nos amenacen con las patrullas Covid a que nos agobien con las cifras crecientes de infectados, muertos y ocupación de UCI en el país, a que nunca llegue el pico de la pandemia, a los protocolos de bioseguridad y a las dolorosas noticias de la partida de gente que uno conoció o en el peor de los casos de un familiar cercano.
A veces uno cree que a aquellos que se fueron antes de la pandemia les fue mejor. Al menos no les tocó vivir en este mundo de miedo, donde vemos en cada persona a un enemigo potencial que podría mandarnos sin querer a una cama de hospital, donde no queremos tocar ni el pasamanos de las escaleras, donde ya no nos vemos las caras ni los corazones, donde nos agobia la ansiedad, el estrés, la depresión hace de las suyas, donde nos meten un hisopo por la nariz o la garganta y la espera se hace eterna.
Este mundo extraño en el que los días están pasando más lentos que nunca y ya no sabemos (y no nos importa) si es jueves de estrenos en cine o viernes de reunión social o qué día y a qué hora juega el Junior. Este mundo en el que no nos abrazamos ni nos damos la mano ni nos tomamos un café para charlar y los autos están polvorientos en los parqueaderos de los edificios y la gente grita basta con fiestas clandestinas bebiendo del ingreso solidario y comiendo de los mercaditos caritativos porque no hay empleo. Enésimo día de la cuarentena. ¿Qué vendrá mañana?