En una Plaza de Bolívar colmada y bajo la consigna de “libertad o muerte”, Gustavo Petro desenvainó la espada de Bolívar y pronunció uno de los discursos más encendidos y polémicos de su mandato. El 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, el presidente aprovechó la movilización multitudinaria para lanzar duras críticas contra el Congreso, al que acusó de bloquear las reformas sociales y de ser corresponsable del asesinato del líder social Alberto Peña en Miranda, Cauca.
“Alberto Peña, militante de la Colombia Humana en Miranda, Cauca, haciendo perifoneo, fue asesinado por los ejércitos del narcotráfico, quiero un minuto de silencio por Alberto Peña”, proclamó. Sin titubeos, señaló directamente a los congresistas Miguel Ángel Pinto y Nadia Blel, afirmando: “Alberto es el primer muerto gracias a las decisiones de ese Congreso. A Alberto lo matan por Pinto, por haber negado el tránsito de la ley de la reforma laboral, y aunque no lo ordenó, la sangre de Alberto lo ensucia a usted y a su familia”.
El presidente no ahorró calificativos para los legisladores que se opongan a la consulta popular sobre la reforma laboral. “El que no quiera estas reformas, es porque es un HP esclavista. No he dicho ninguna grosería, honorable político”, dijo ante la multitud, aclarando que su uso de “HP” se refería a “honorable político” pero también a “honorable persona esclavista”.
Petro advirtió que ningún congresista que vote en contra de la consulta popular debería ser reelegido: “Ni un solo parlamentario que vote en contra de la consulta popular se vuelve a elegir en Colombia, porque nadie votará por él. Eso se escribirá en todas las paredes, en todos los periódicos, se dirá en todas las emisoras”.
Insistió en que, si el Senado no aprueba la consulta, “el pueblo se levanta y los revoca”, aunque matizó que su llamado es a la acción democrática: “lo que vamos a hacer es usar la democracia. Y un solo parlamentario que vote en contra la consulta popular no se volverá a elegir en Colombia”.
¿Por qué la arremetida de Petro?
El contexto de estas declaraciones es el hundimiento de la reforma laboral en el Congreso, una de las principales banderas del gobierno Petro, que busca modificar las condiciones de contratación, el pago de horas extras y la protección de los derechos laborales.
El presidente ha encontrado una férrea oposición en el Legislativo, donde partidos tradicionales y sectores empresariales han frenado el avance de su agenda. La tensión se ha trasladado a las calles, donde sindicatos y movimientos sociales han respaldado la idea de una consulta popular para que sea la ciudadanía la que decida sobre los cambios laborales. Petro, consciente del desgaste institucional y del escepticismo creciente, ha elevado el tono y ha recurrido a símbolos históricos del sindicalismo y la lucha popular: “Ha llegado la hora del pueblo. No hay paso atrás”.
En medio de la polarización, el mandatario usó la ironía para referirse a la posibilidad de una confrontación directa con el Congreso: “Si el Senado no hace caso al pueblo, me voy a amarrar al sillón con sogas, me sacrifico”, dijo, para luego aclarar que era una broma y advertir sobre la manipulación mediática de sus palabras.
Sin embargo, la tensión era palpable. El Congreso, por su parte, tomó medidas de seguridad excepcionales ese día y restringió el acceso a su recinto, temiendo posibles disturbios durante la radicación de la consulta popular y las marchas.
Las palabras de Petro generaron una reacción inmediata en el Congreso. Miguel Ángel Pinto, uno de los señalados, anunció acciones legales contra el presidente, mientras otros legisladores lo acusaron de incitar a la confrontación y de amenazar la independencia de los poderes públicos.
“Le recuerdo que tanto a usted como a nosotros nos escogió el pueblo, con la diferencia de que por usted votaron 11 millones de colombianos y por el Congreso, 18 millones”, replicó el representante Julio César Triana.
Desde la oposición, la senadora María Fernanda Cabal calificó el evento como un “espectáculo amenazante” y criticó el uso de consignas como “libertad o muerte”, mientras otros sectores advirtieron sobre el riesgo de una escalada de violencia política.
La bandera de guerra o muerte
Pero Petro no solo agitó a las multitudes con su retórica encendida, sino que añadió un potente simbolismo visual a la jornada: en la tribuna presidencial ondeó la bandera de la “guerra a muerte”, un estandarte con franjas rojas, negras y blancas, históricamente asociado a las campañas independentistas de Simón Bolívar.
“Nos obligan a levantar la bandera de la libertad o muerte. La bandera del pueblo de Colombia hoy”, proclamó Petro, mientras sostenía el emblema que, según historiadores, fue usado por Bolívar como símbolo militar en la lucha contra la dominación española, y cuyo mensaje era el de llevar la batalla hasta sus últimas consecuencias.
El uso de esta bandera, junto a la icónica espada del Libertador, marcó la puesta en escena del mandatario, quien aprovechó el ambiente de movilización para lanzar duras acusaciones contra el Congreso.
La jornada del 1 de mayo dejó claro el clima de tensión y polarización entre el Ejecutivo y el Legislativo, con un presidente que, espada y bandera en mano, se reivindica como el vocero de una ciudadanía indignada y decidido a llevar su cruzada hasta las últimas consecuencias dentro del marco democrático. El país observa expectante si la presión de las calles y la consulta popular lograrán destrabar las reformas o si la confrontación institucional se profundizará en los próximos meses.