Crónica

Ni Vladimir Putin se quiso perder el regreso del carnaval a Barranquilla

El disfraz de Vladimir Putin se robó las miradas y los aplausos a lo largo del recorrido por la Vía 40.
Carrozas, reinas, disfraces, comparsas, cumbiambas y toneladas de alegría se vieron este sábado en la Vía 40 durante la Batalla de Flores que marcó el regresod e los carnavales de Barranquilla, luego del receso del 2021 por cuenta de la pandemia.

Y qué podría tener de raro que Vladimir Putin en persona, estuviera esta misma tarde paseando por las calles de Barranquilla. Ya antes hemos visto al mismísimo Fidel Castro, a Hugo Chávez, a Juan Pablo II, a varios presidentes norteamericanos en ejercicio, en su momento también se vio a Tirofijo, presidentes y expresidentes colombianos, monjas poco pudorosas, sacerdotes enmaicenados, brujos, alienígenas, vampiros como Drácula, seres de la mitología nórdica, embutidos de ángel y bestia.

Y claro, este sábado no podía faltar Mr. Vladimir Putin, quien con su escasa cabellera roja, vestido muy elegante de saco y corbata, daba instrucciones a un séquito de mamadores de gallo, que portaban un estandarte con el que llamaban la atención: “no somos hijosdeputin, somos sus sobrinos”.

No hay prestigio en esta ciudad que dure un minuto. Ni siquiera una situación tan indeseable como la que se vive en el este de Europa, escapó a la picaresca barranquillera, que a modo de sátira, siempre le ve el tono jocoso a las situaciones más apremiantes de la humanidad sin que nadie se lo toma a mal.

Este año volvió el Carnaval a las calles de La Arenosa y de qué manera. Desde este sábado el barranquillero empezó el desquite de los festejos aplazados por dos años y un mes más, porque la pandemia nos quitó la tradición más desparpajada del país y nos encerró durante tanto tiempo, que ya muchos ni nos acordábamos de lo que era la esencia de un festejo auténtico que no debe acabar jamás.

Cumbiódromo con Putin a bordo

Que estuviera Vladimir Putin en el Cumbiódromo de la Vía 40, en plena Batalla de Flores es el mayor síntoma de que aquí el pueblo ya superó el miedo a la pandemia y que por más que esta no se haya acabado, la lección general es que siempre la vida triunfará sobre la muerte, tal como en la danza del garabato.

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Se izaron las banderas de las fiestas carnestolendas, volvió el río humano a las calles de la ciudad y de verdad dio placer ver de nuevo a una sociedad junta sin distingos raciales, sociales ni económicos.

Debajo de las máscaras de marimondas, monocucos y gorilas, están ricos y pobres, jóvenes y viejos, jefes y subalternos, hombres, mujeres, comunidad LGBT, y toda esa inclusión de la que tanto se habla por estos días en los estrados de la política, aquí muchas veces bajo espesas capas de maquillaje, tocados vaporosos y disfraces brillando contra el sol canicular.

No sabría explicar cómo es que Putin pudo aguantar las decenas de cuadras que hay que cubrir a lo largo del desfile de la Batalla de Flores por la Vía 40, teniendo en cuenta que en aquellos países grises de donde viene, el mayor calor será acaso el equivalente a una noche fría de Bogotá.

Pero es posible que viendo la alegría desbordante de los barranquilleros, se haya contagiado un poco, quien quita que haya terminado lleno de Maicena, chapeto de tanta Águila fría revuelta con tragos que le daban por el camino, tomándose fotos con gente en bermudas y camisetas de algodón, que sin razón aparente se ponían lo más cerca posible y le gritaban en vocablos ininteligibles para alguien que suele sentarse en enormes mesones victorianos, dentro de salones refrigerados, reunido con los líderes del planeta.

Hora de reactivarse en Carnaval

Los del raspao con kola y leche, los del platanito salaíto, los del agua en botella, los de los chuzos, perros calientes, los revendedores de palcos, (un poco enhuesados ayer) y los incontables hacedores de la fiesta, artistas que de nuevo se subieron en los otrora molestos trailers publicitarios (cómo se extrañaban), volviendo a tener una oportunidad de ingreso, haciendo lo que les gusta, ni se imaginaban que Putin estaba viéndolos sin entender mucho lo que estaba sucediendo a su alrededor.

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Por razones que volvieron a ser válidas, el Carnaval volvió. Sin descuidar el virus, pero volvió y eso lo celebraron no solo los cientos de miles de barranquilleros y atlanticenses que estaban en las calles, sino cuanto colombiano y extranjero haya estado por estas épocas en la ciudad.

Con toda seguridad el auténtico Vladimir Putin no tendrá ni idea de qué es Barranquilla ni dónde queda ni qué significan sus carnavales, pero ese ingenioso disfraz sin duda marcó el verdadero regreso de las fiestas que por tanto tiempo estuvieron represadas, más que en los botines parranderos, en las almas y corazones de un pueblo.

Y que siga el parrandón, porque quien lo vive es quien lo goza. Punto.

Su Majestad Valeria Charris, reina del carnaval 2022.

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